El dinero digital que viene

    El dinero digital que viene, nos veremos abocados, a una era tecnológica que lo reducirá todo a dígitos, a la desaparición del dinero físico. Más que un mandamiento de la civilización tecnológica, puede ser una medida al servicio de la macroeconomía o arma de combate contra el fraude fiscal, pero también más poder para los bancos contra el ahorrador.

    El ocaso del billete que se toca y del sonoro tintineo de la moneda es una tendencia bien visible: según un estudio del Informe del Centro del Sector Financiero de PwC e IE Business School, en 2008 en Europa las transacciones diferentes al efectivo sumaban 74.200 millones, mientras que en 2012 ya eran de 87.500 millones.

    En total, en el continente sigue mandando el cash, un 66% en las acciones de pago, pero si fijamos el foco en algunos países, vemos que en Holanda un 60% de los pagos ya no se hacen con dinero caliente; un 59% al Estado francés; un 59%, en Suecia; un 56%, en Bélgica y un 52%, en el Reino Unido.

    Alemania, con un 33% y sobre todo España, con un 16%, son dos islas ajenas a este movimiento, que ya merecen políticas proactivas como la de Dinamarca, que en pocos años quiere abandonar el dinero físico y en estos momentos libera a tiendas de ropa, gasolineras o restaurantes de aceptar monedas o billetes y el Estado francés, por su parte, limita los pagos en efectivo a 1.000 euros, para poner freno al blanqueo.

    Algunas prospectivas osadas, como la de Deutsche Bank, dicen que el dinero que se toca, que hace ruido e incluso olor estará finiquitado en sólo 10 años. Y no sería tanto por un “aggiornamento” tecnológico de nuestra civilización como indispensable para que funcionen las políticas de estímulo económico.

    Todo un Kenneth S. Rogoff, profesor de Economía en Harvard y antiguo economista jefe del FMI, asegura que las inyecciones de liquidez de los bancos centrales, y especialmente del BCE, no funcionan lo suficientemente bien para que buena parte de la masa monetaria se desplace hacia una zona fuera de control, o bien las actividades ilegales o actividades no productivas.

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    Además, a su juicio, una gran masa en efectivo bloquea la política de tipos negativos, ya que los depositantes que se vean obligados a pagar para mantener el dinero en depósitos, preferirán mantenerlos en efectivo. Asimismo, Rogoff también destaca que con la desaparición del dinero físico ya se pondría fin a los maletines o bolsas de basura rellenas de billetes de los defraudadores a su hacienda o sicarios del sindicato del crimen mueven de un lugar a otro.

    También encontramos expertos que opinan que hay un claro beneficio en la desaparición del dinero físico, que es el ahorro de costes, ya que no deja de ser un producto que, para moverlo, tiene un coste. También podemos ahorrar en seguridad, ya que si no tienes dinero material, no te lo pueden robar, así que todo el gasto en vigilancia deja de tener sentido. También se interpreta que el fraude fiscal, sin dinero físico se puede volver enormemente dificultoso, ya que no es tan fácil esconder el dinero. Lo mismo ocurre con todos los mercados negros.

    Están de acuerdo entre otras cosas que encuentran razonable la desaparición del dinero efectivo, nos piden, sin embargo, que no seamos ilusos: ya que si desaparece el dinero en efectivo, las armas, las drogas o cualquier negocio delictivo se podrá pagar con un patrón físico como, por ejemplo, diamantes, que finalmente podrían ser canjeados por dinero.

    Y en cuanto al dinero que se defrauda a Hacienda, sí el blanqueo de dinero defraudado al fisco ya no es tan sencillo, pero siempre que la administración tributaria tenga un acceso pleno a todas las transacciones que se pagan electrónicamente. Si tiene un control efectivo sobre el proceso informático sí podrá mantener a raya el fraude, si no es así, el dinero procedente de la actividad delictiva podrá beneficiarse de la velocidad de la transacción electrónica.

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    ¿Y el intermediario del dinero, el banco, en qué posición quedaría? Aquí hay interpretaciones de todo tipo. Se critica que con el dinero reducido a simple apunte electrónico los bancos tendrían en sus manos aún más masa de dinero para que pueda sacar intereses, con lo que aún tendrían más poder. Pero quizás el ecosistema se transformaría radicalmente, los bancos, sin dinero físico, ahorrarían dinero, pero también es cierto que muchas, muchas empresas no bancarias entrarían en el sector a ofrecer servicios mucho más baratos y transformar el statu quo.

    No hablaríamos sólo de PayPal, los servicios de pago por internet, y sus hijos, sino a gigantes de la red como Google o Apple, que aprovecharían la ocasión para presentarse como entidades de crédito. Apple Pay, un sistema de pago móvil para tienda física vinculado a tarjeta, ha conseguido que dos de cada tres pagos por contactless que se hacen en EEUU estén vinculados a la marca de la manzana. Cabe decir, que hay encuestas que revelan que la gente confía más en Apple que en su banco, de modo que cuando la tecnológica se haga financiera, alguien tendrá un gran e interesante problema.

    Si está vinculado a la conexión a red, el dinero digital podría ser excluyente, si no está generalizado el acceso a internet. En un estudio, expertos de Citigroup, recomiendan, con la condición de que el uso de la moneda tangible es muy alta entre las personas mayores y las capas sociales más modestas, sectores poco acostumbrados a navegar por la Red y que con una desaparición física del euro, el dólar y cualquier otra divisa, se verían abocados a crear nuevas monedas de uso localizado o utilizar el trueque.

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    En algunos países en vías en desarrollo ya han percibido este riesgo de brecha digital y se ha actuado en consecuencia. En Ecuador, el banco central ha impulsado su moneda digital, dado que hasta un 40% de la población no tiene acceso al sistema financiero del país, y ahora podrán participar a través de la mensajería básica de la mensajería móvil. De manera similar, en Kenia, donde sólo un 19% de la población mayor de edad utiliza servicios financieros, han creado la M-Pesa, un sistema en el que el dinero circula a través de SMS, y los pagos se pueden hacer efectivos a través de una red de agentes.

    También se denuncia que la privacidad volverá a estar en peligro si optamos por hacer del dinero un apunte electrónico. Pero quizás ya nos hemos resignado porque, cualquier banco ya te tiene retratado en el manejo que hace de tu perfil de cliente a través del Big Data. Obviamente perderíamos privacidad, pero ya sería el último 10% restante. Ahora, a día de hoy los bancos lo saben casi todo de nosotros.

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